El albanés Ismaíl Kadaré nos ofrece una nueva mirada sobre la postguerra, sobre la exhumación de los cadáveres caídos en combate. Hoy os traemos la reseña de El general del ejército muerto.
Desde hace algunos años, el nombre del albanés Ismaíl Kadaré suena con fuerza como uno de los posibles candidatos al Premio Nobel de Literatura tarde o temprano. También sería el primer reconocimiento que Albania recibiera por su literatura. Hoy os traemos la reseña de El general del ejército muerto, su primera novela con la que ganó el Man Booker International Prize. Es una de las obras más destacadas de Kadaré y que ha sido alabada por escritores como Julian Barnes, entre otros.
Sinopsis
Veinte años después de la derrota del ejército italiano en Albania, un general asume la misión de recuperar los cadáveres de sus compatriotas caídos allí en combate durante la Segunda Guerra Mundial. En compañía de un capellán militar se traslada al vecino y accidentado país, y emprende la penosa labor de localizar, desenterrar y reunir los despojos de aquel ejército muerto.
“Being critical of a regime is a normal state of affairs for a writer. The only act of resistance possible in a classic Stalinist regime was to write — or you could go to a meeting and say something very courageous, and then be shot. I think I was very lucky to be able to publish from time to time. A lot of writers were simply crushed.” What has the world learnt from his cautionary tales, or do Friedrich Hegel’s words — “We learn from history that we do not learn from history” — still ring true?
Ismaíl Kadare para The Guardian
La guerra desde otra ventana
Kadaré ha escogido un tema poco habitual para hablarnos de su país, Albania. La postguerra ha protagonizado libros y películas: la hambruna, los destrozos, las pérdidas. Sin embargo, el autor elige compartir un evento de la postguerra del que poco se ha hablado, un evento en el que ambos enemigos todavía tienen que compartir un tiempo en la misma tierra pero de forma pacífica. Amargamente pacífica.
El general se verá envuelto en una rutina devastadora y frustrada de encontrar los cuerpos de su ejército, mientras tendrá que lidiar no solo con las malas condiciones de su trabajo, sino con el odio y el rencor de algunos albaneses. Sin embargo, el objetivo logrado de Kadaré es el de no posicionarse con ninguno de los dos bandos: mantener la neutralidad y dejar que el paisaje desolador y las emociones tensas hagan por si solas en esta historia.
El barro que inunda los cuerpos, la falta de personal, la desaparición de algunos cadáveres o el mal tiempo de invierno no ayudan para nada a la misión del general: Kadaré nos describe una Albania desoladora, primitiva, que sufre las consecuencias de la guerra. Sin embargo, estos eventos más físicos sólo serán obstáculos más que se sumarán a la convivencia tensa en el país albanés. Kadaré ha decidido compartir con nosotros una postguerra más emocional, donde el centro de atención recae en cómo el general intenta llevar a cabo esta misión en un ambiente tan desolador bajo la mirada constante de los vecinos, en un pueblo donde en ocasiones sigue siendo juzgado (aunque él no sea del todo consciente).
Recuerdos y amargura
Uno de los objetivos de la misión es encontrar el cadáver del Coronel Z. Sin embargo, esta parte de la tarea termina en fracaso: Kadaré opta por centrarse en las historias de gente mucho más sencilla que en la sociedad estarían marcados de por vida.
Habrá dos ocasiones, pues, en las que Kadaré hará una pausa y decidirá compartir con nosotros la historia de dos de los cadáveres, de las cuales el propio general también será testigo: la de una prostituta y la de un desertor, que se escondió en la casa de campo de una familia albanesa a cambio de sus servicios.
Ambas historias contribuirán a diseñar un paisaje todavía más amargo, que llenarán al general tanto de tristeza como de rabia, y lo colocarán todavía más en conflicto con él mismo sobre el valor de su misión. ¿Un desertor? Es lo que más odia el general… Sin embargo, aquí está, recogiendo su cadáver de la misma familia de albaneses que lo protegió, que se ha mostrado honesta y humilde con el general.
Son dos muertes ocasionadas por situaciones muy distintas, pero al fin y al cabo, un resultado de la guerra que terminan en el mismo sitio, en este pueblo llamado Tirana. Historias que reviven a los cadáveres y que, seguramente, tienen mucho que ver con el insomnio del general, sus pesadillas, sus conflictos internos y su alcoholismo con el simple objetivo de evadirse.
El general: saber decir con los silencios
Para terminar esta reseña de El general del ejército muerto, hablemos un poco de nuestro protagonista. El general es una persona introvertida, callada, fría. Ni siquiera conoceremos su nombre: el autor le mantiene el título de «general» y el lector lo asocia con los atributos de tal. Sin embargo, Kadaré consigue transmitir muchísimo a través de sus acciones cotidianas, sus silencios y sus breves pero intensas conversaciones con el cura, el personaje opuesto a él. Aquí, pues, reside una de las fuerzas más poderosas de Kadaré técnicamente hablando.
En un primer momento, el general aceptó esta misión como algo muy honorable y estaba dispuesto a conseguir sacar todos los cadáveres de las listas. No podría ser capaz de encajar otro fracaso. Nadie puede culparlo, pero tal motivación se va deshinchando en cada página cuando hay tantos obstáculos por el medio que impiden su trabajo: la tensión, el tiempo, otro grupo albanés que a veces se adelanta a desenterrar los cuerpos…
Y por supuesto, lo que tienen que ver cada día. Muertos y muertos, pero desde una perspectiva distinta a la de la guerra: es el fracaso delante de sus ojos y es algo con lo que el general no puede lidiar.
“Si experimenta usted un estado opresivo se debe al hecho de que, en lo más profundo de su conciencia, lamenta no haber estado en persona al frente de nuestras divisione en Albania. Y cree que, de haberlas mandado usted, todo habría sucedido de modo bien diferente, que en vez de conducir a sus soldados a la derrota y a la muerte los habría hecho salir con honor de aquella prueba. Es por eso por lo que despliega en ocasiones os mapas y permanece horas enteras inclinado sobre ellos, o garabatea en cualquier paquete de cigarrillos sus esquemas tácticos. En realidad sufre usted por cada operación fracasada, revive una por una todas las derrotas, y de forma inconsciente se coloca retrospectivamente en el lugar de aquellos infortunados oficiales que mandaban nuestro ejército; acaricia de modo permanente el sueño más insensato: el de convertir nuestros desastres en victorias.” (Cura al general)
Kadaré no nos hace muy partícipes de sus pensamientos y emociones, pero de forma mágica conseguimos saber que en sus silencios, en sus noches de insomnio después de beber o en sus trayectos en coche hacia otra fosa, el general reflexiona, se cuestiona, siente rabia e ira, quiere marcharse a casa… A nivel literario, Kadaré emplea una técnica magnífica para poder transmitir tanto a través de un personaje tan, aparentemente, vacío y distante.
Las conversaciones con el cura es cierto que ayudan a conocer mejor las intenciones del general, quien tiene que aguantarlo muchas veces borracho y con quien comparte algunas que otras charlas interesantes sobre el peso de su misión. Un dúo curioso, que no tendrá intención alguna de estrechar su relación, y que contribuirán a complementar la tristeza y amargura de esta misión en el pueblo de Albania. Sin afecto, sin amigos, una misión muy solitaria y fría.
Conclusión
Después de esta reseña de El general del ejército muerto, uno de los títulos más bellos y poéticos de los últimos años, compartimos la inquietud de querer reconocer a Kadaré con el Nobel de Literatura. Por su técnica literaria impecable, muy emotiva, que logra transmitir muchísimo a través de los silencios y de las acciones más cotidianas como ir al bar a emborracharse.
Por su voluntad de rescatar un evento histórico, y más habitual de lo que imaginamos: no precisamente desde una perspectiva ambiciosa sino con el objetivo puro de retratar la amargura y la desolación de ambos ejércitos, el italiano y el albanés, sin buscar posicionarse. Reflejar una tensión que se va rebajando, un odio que hay que dejar ir, unas consecuencias que, independientemente del victorioso de la guerra, ambos ejércitos sufren de una forma u otra.
Una lectura imprescindible y altamente recomendada.
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