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Reseña ÁNGULO DE REPOSO de Wallace Stegner (Premio Pullitzer, 1992)

Lyman Ward, cascarrabias, de carácter tosco, profesor ya retirado, dedica sus días a escribir la historia de sus abuelos: Susan Burling, escritora y artista, refinada y algo snob, y su marido, el ingeniero Oliver Ward. Por necesidades del trabajo de él, ambos abandonan las comodidades del este americano para instalarse en California, en un mundo todavía precario y emergente. 

Tomando como inspiración la correspondencia de la autora e ilustradora Mary Hallock Foote, y demostrando una gran habilidad narrativa que le hizo acreedor del Premio Pullitzer en 1992, Wallace Stegner entremezcla dos historias, la del mundo antiguo y el actual, para alumbrar una novela llena de contrastes: el del matrimonio entre los abuelos, él un hombre seco y callado, ella más vanguardista; el contraste generacional entre Lyman Ward y su joven y libertina ayudante; el contraste entre dos mundos, uno civilizado y otro por construir. 

“—No estoy escribiendo un libro sobre la historia del Oeste —le digo—. Ya he escrito libros de historia como para saber que este no lo es. Escribo sobre una cosa distinta. Un matrimonio, supongo (…).

Rodman se queda sorprendido. Y también yo, en realidad, porque nunca había formulado con tanta precisión qué es lo que he estado haciendo, pero en el momento en que lo digo ya sé que lo he dicho bien. Lo que a mí me interesa de todos esos papeles no es la novelista e ilustradora Susan Burling Ward, ni Oliver Ward, el ingeniero, ni tampoco el Oeste donde pasaron sus vidas. Lo que realmente me interesa es cómo dos partículas tan distintas pudieron fundirse, y con cuánta presión, para rodar cuesta abajo hacia el futuro y hasta alcanzar el ángulo de reposo en que yo los conocí. Ahí es donde está el interés. Ahí es donde estará el sentido si encuentro alguno.”

No obstante lo dicho, la historia, pese a desarrollarse con el telón de fondo de una California en ciernes, ahonda mucho más allá. No es una novela del oeste ni un relato historiográfico de los Estados Unidos a principios del Siglo XX. El Oeste americano, las minas, Nueva Méjico, no son más que actores secundarios ante la tragedia que el autor quiere poner sobre la mesa, que no es otra que la gran narración de lo cotidiano, la vida de un matrimonio formado por dos personas extremadamente diferentes. Sin aspavientos ni grandes aventuras, forjado a base de detalles, de silencios, de sueños comunes, pero también de sinsabores, de disputas domésticas, de incomprensiones y celos. Biografías lanzadas contra el parapeto de su propio destino hasta llegar a la calma, a ese punto de ángulo de reposo en el que uno se encuentra consigo mismo y descansa.

 La idea de hogar, de tradiciones domésticas y familiares, brota de entre las páginas con fuerza (“Para esa clase de pioneros, el Oeste no era un nuevo territorio que se estaba creando, sino uno antiguo que se reproducía”), trasladando al lector una sensación de cercanía. Al terminar el libro, uno guarda en la memoria, como si fuera un recuerdo propio, la imagen de la delicada Susan, de su hijo, de su marido, del cascarrabias de su nieto, el narrador de toda la historia.

En otro orden, Stegner decide fijar su mirada en los contrastes entre ambas épocas, la de finales del Siglo XIX y la de la segunda mitad del XX. Las diferentes costumbres y mentalidades nos muestran un abismo de diferencias que luego se nos revelan como mínimas. Entonces, como ahora, la vida empuja con fuerza hasta brotar de entre las piedras, los hombres y mujeres de ayer y de hoy siguen luchando por las mismas cosas. La felicidad, amar y ser amado. Paz. Tranquilidad.

Una novela deliciosa, tranquila, espontánea, detallista y amable.


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1 Comentario

  1. Iolanda dice:

    Tomo nota de la reseña y pongo el título en la lista de lecturas pendientes.
    De este mismo autor, leí “En lugar seguro” y me encantó. Ya no tan sólo por la fantástica historia de amistad sino por como la relata y la encaja en la vida cotidiana americana. Fue un gran descubrimiento

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