Si sois seguidores de este blog, sabréis que Mo Yan se suma a mi lista de escritores favoritos contemporáneos. Sin embargo, cuando ganó el Premio Nobel el 2012 se generó bastante polémica; supongo que fue sobre todo por el hecho de ser el autor chino más prohibido y a la vez más pirateado de la China actual. Hoy os traigo la reseña de Sorgo Rojo, su primera novela, escrita el año 1987, con la que se dio a conocer en Occidente.
Sorgo Rojo es una novela alrededor de tres generaciones de la familia Shandong, entre el 1923 y el 1976. El narrador – hijo y nieto de tal familia – comparte la historia de su familia, primero como dueños de una destilería que producía vino de sorgo, y luego como luchadores de la resistencia durante la Guerra entre China y Japón, así como detalles de los conflictos surgidos entre los propios grupos chinos. A pesar de que la narración no es lineal, la historia familiar empieza cuando la abuela, de padres pobres, la envían a un matrimonio preacordado con un hombre rico que posee la destilería. La mala noticia es que es un leproso y esto será en parte el origen de algunos conflictos.
La novela fue publicada originalmente en varias revistas en forma de series, tal y como sigue estructurada en estas cinco partes. El año siguiente que Sorgo Rojo fuera publicada ya se adaptó al cine e incluso fue nominada como mejor película de lengua no inglesa en los Oscars.
No es difícil ver por qué un autor como Mo Yan ha sido reconocido con el gran premio honorífico: Sorgo Rojo tiene todos los elementos que un lector exigente y asiduo del género literario desea. Es un thriller violento, una novela introspectiva, un libro histórico y un ensayo político, así como una obra poética que se balancea sin miedo entre la vida y la muerte, algo recurrente en la literatura de Mo Yan. El autor tiene una magia natural de cabalgar entre estos dos mundos sin que parezcan tan diferentes el uno del otro; la muerte no es el final ni un tema tabú para Mo Yan. Su visión es totalmente distinta y mágica.
En Sorgo Rojo, su primera novela, se nos presentará una época y un terreno que a partir de este momento será muy recurrente en la obra de Mo Yan: la China rural. El autor conoce el campo y es un experto en describir los paisajes, las tierras, las olores y cualquier otro aspecto de este terreno. Los escenarios siempre los dibuja de una forma tan poética que contrasta, a consciencia, bruscamente con los episodios de violencia que suceden sobre estos. Parece que a Mo Yan le duela en el alma ver cómo la guerra destruye el paisaje.
Sorgo Rojo no es una novela fácil y, sin duda, una de estas obras que hay que releer cada tantos años para entender mejor y descubrir tramas y otros detalles que en una primera lectura no supiste ver. No miento cuando digo que probablemente ha sido una de las lecturas más complejas de los últimos años, así que hay que tenerlo en cuenta si vas a elegirla.
El narrador, en primera persona, relata esta larga novela como si fuera un relato oral. No es para nada lineal: a veces una trama vuelve, 100 páginas después donde la dejó. Los personajes y sus historias se superponen: este ha muerto, ahora volvemos a verlo con vida, lo volvemos a ver morir, etcétera. Pero al fin y al cabo, es como una cuentacuentos lo haría. Es algo confuso y difícil de seguir pero forma parte de esta magia literaria de Mo Yan, que sabe escribir con una naturalidad y detallismo impresionante. El narrador también se da el privilegio de viajar por las mentes de algunos de los personajes, incluso de los animales, a pesar de ser este en primera persona. La historia, sin quererlo, se acerca a la leyenda, al mito.
Finalmente, para terminar esta reseña de Sorgo Rojo, queda hablar un poco del realismo mágico tan característico de Mo Yan. Inspirado por autores como Gabriel García Márquez, es cierto que en esta primera novela Mo Yan reprime más este estilo literario que se podrá ver en su máxima esplendor en otras obras posteriores como Grandes Pechos, Amplias Caderas o La República del vino (las dos novelas más suyas que he leído). Si bien en Sorgo Rojo el realismo mágico es presente, lo es de forma más discreta. Se ve más en la propia escritura del autor que en ciertas situaciones más explícitamente que protagonizan sus personajes. Se nota la evolución del autor en sus próximos libros pero sin duda Sorgo Rojo marcó las bases sólidas que han hecho de la literatura de Mo Yan algo realmente auténtica y personal.
Ahora así, finalizo la reseña de Sorgo Rojo con este fragmento del amor: creo que es una página que refleja muy bien la poética de Mo Yan, que se mezcla mágicamente con la violencia y brusquedad tan característica de su literatura:
El primer ingrediente del amor -fanatismo- se compone de un sufrimiento desgarrador: un líquido semejante a la savia del pino mana del corazón herido y la sangre del sufrimiento fluye del estómago, atraviesa las entrañas y los intestinos y sale del cuerpo en forma de heces de la consistencia del alquitrán.
El segundo ingrediente -crueldad- se compone de crítica despiadada: cada integrante de la pareja enamorada quiere desollar vivo al otro, física y psicológicamente, espiritual y materialmente. Surge la necesidad de destrozar las venas, los músculos y todos los órganos internos palpitantes, incluido el corazón, ya sea negro o rojo. Después se tiran a la cabeza los respectivos corazones, que chocan y rompen en pedazos.
El tercer ingrediente -frigidez- se compone de un silencio largo y pesado. Las emociones heladas hacen que la persona en amores se convierta en una estaca de hielo, primero helada en el aire, después en la nieve, a continuación en las aguas gélidas de un río y, por fin, en un congelador moderno, donde está junto a la carne de cerdo y al pescado congelados. De modo que las caras de las personas que están enamoradas de verdad se cubren de huelo blanquecino y la temperatura de su cuerpo es de veinticinco grados. Los dientes les castañetean con tal violencia que no pueden hablar: querrían hacerlo, pero ya no pueden, aunque los demás piensen que fingen que son mudos.
Y así es que el amor fanático, cruel, frígido es sencillamente una sangría interna, desollarse vivos y fingirse mudos. Un círculo vicioso.
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