«Who with parables sustained by imagination, compassion and irony continually enables us once again to apprehend an elusory reality» (Nobel Prize, 1998)
Hoy vengo hablar de un clásico. Cuando publiqué en Instagram que iba a leer a Saramago y su Ensayo sobre la ceguera, recibí muchos comentarios confirmando mi buena elección y me sorprendió la cantidad de gente que considera este libro su favorito.
Terminé de leer el libro y lo reconozco, es una novela brutal. Me estoy reprimiendo las ganas de cotillear por Internet otras reseñas pero es que igual que a veces no estoy segura de lo que el libro me ha hecho sentir o es una novela complicada de reseñar, y por lo tanto necesito buscar opiniones ajenas, en este caso tengo las ideas muy claras. ¿Empezamos con estas reflexiones de Ensayo sobre la ceguera?
[Aviso: a partir de aquí la reseña contiene spoilers]
Ensayo sobre la ceguera es comparable a 1984 de Orwell en el sentido que ambos fueron publicados antes del 2000 y los autores fueron visionarios creativos, capaces de diseñar el futuro de la convivencia y organización de la humanidad. Ensayo sobre la ceguera es, como bien indica su nombre, un ensayo sobre la humanidad y su supervivencia a raíz de la crisis desatada por una aparente ceguera que se cree contagiosa. Cuando lo comparo con Orwell, me refiero a que es un libro que leído en su fecha de lanzamiento, debió provocar un efecto distinto a leerlo ahora en 2018: si hoy en día ya son novelas que te hacen reflexionar mucho sobre la humanidad, en 1995 cuando fue lanzada debió hacer explotar muchas cabezas y provocar un gran alboroto psicológico.
Ensayo sobre la ceguera es un libro, a día de hoy, de argumento predecible estrictamente hablando: hoy en día, ya has visto anteriormente en series, películas y otros libros más actuales cómo nos agruparíamos los humanos en tiempos caóticos, cómo podemos superar los límites de la ética y de la propia moralidad en situaciones extremas, lo que somos capaces de hacer para vivir unos días más. The Walking Dead, Perdidos, Utopía o Los Juegos del Hambre son claros ejemplos actuales a los que me refiero. Por eso me refiero a que Ensayo sobre la ceguera no conseguirá crear en ti un efecto tan sorprendente si ya estás empapado de este tipo de género tan recurrente hoy en día.
Pero hay una diferencia fundamental en la obra de Saramago que te hace reflexionar mucho más que cualquier película o libro actual, porque por supuesto, la novela es magnífica y profunda: el enemigo en Ensayo sobre la ceguera es el propio hombre. No hay personajes externos que te quieran matar, zombies que te persiguen en un mundo desierto o un Gobierno conspirador. Es la propia ceguera, que a la vez descubres que resulta ser creada por el propio hombre y aquí la redundancia y el total mindfuck. Saramago nos ofrece una obra excepcional acompañada de una reflexión brutal sobre el miedo. La humanidad, culpable de su propia crisis, creada por el sentimiento colectivo de miedo. ¿Qué nos queda después de esta increíble reflexión? Y permítame que lo repita: una ceguera es tu propio enemigo, enemigo que has creado tu mismo y que destruyes tu mismo también.
Vas leyendo el libro y piensas ‘a ver cómo se arregla esto, ahora todos van a morir, ahora la mujer del médico se quedará ciega, ahora vendrá un Gobierno externo a ayudarlos, ahora, ahora…’ Pero las páginas van pasando y tu vas llegando al final. Hasta el momento has sentido mucha acción, no terminas de entender el por qué de la ceguera y quieres descubrirlo. Sobre todo en la primera parte del libro, durante la cuarentena del manicomio, se presenta mucho caos, mucho movimiento y los personajes no tienen tiempo ni capacidad de reflexión: es el propio Saramago que como narrador se cuela dentro de la obra discretamente, se mete subjetivamente en la historia y te presenta sus reflexiones, deja caer ciertas preguntas al lector (que por cierto, me parece un uso del narrador muy acertado).
En la segunda parte, cuando salen del manicomio, la famosa mujer del médico toma más protagonismo y conocemos mejor sus pensamientos. Poco a poco comprendes que no tienes que preguntarte cómo se va a solucionar todo este caos o por qué se han quedado ciegos sino por qué todos están ciegos y la mujer del médico sigue sin quedarse ciega para averiguar lo que está sucediendo. Yo lo descubrí en este fragmento casi al final del libro:
«Estamos ya medio muertos, respondió el médico.
Todavía estamos medio vivos, contestó la mujer.»
Sublime. Y ya luego el final concluye con la famosa frase: Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos. Todos van recuperando la vista, uno por uno, gracias a recuperar la esperanza al ver que el otro recupera la vista, al borrar el miedo de sus vidas, mientras que la mujer del médico, quien hasta ahora cargó con todo el peso en su espalda, cae rendida ante el futuro miedo. Saramago no define por qué siente miedo precisamente ahora y no cuando sus ojos veían todo el horror que sucedía en el manicomio o las calles.
Mi conclusión es que el miedo durante la ceguera fue eclipsado por el enorme peso de responsabilidad que se atribuyó, su amor por su marido y el querer ayudarlo, el haberse convertido en una dependencia total de aquel grupo de ciegos. Y ahora que todos empiezan a ver se pregunta cómo vamos a arreglar el mundo de nuevo con tanto desastre causado, cómo reaccionaran los antiguos ciegos al ver a muertos por la calle y ver sus propios cuerpos deshidratados. O simplemente es que la mujer se quita de una vez la mochila de la responsabilidad, y por fin el miedo que iba arrastrando desde el principio, ahora ve el momento perfecto para salir, como una luna nueva que tapa el Sol. Solo era cuestión de tiempo, de distraerse un poco, de poner la responsabilidad a echar la siesta para dejar paso al miedo. Me parece un final increíble. ¿Qué opináis vosotros de esta parte?
Antes de pasar a otro tema, quiero destacar otra cosa del final que me causó tristeza. A lo largo del libro se junta el popular grupo del médico, la mujer del médico, el primer ciego, la mujer del primer ciego, la chica de gafas oscuras, etc y notas cómo la ceguera los ha unido bastante, que a pesar de la crisis extrema, no han tenido nunca problemas entre ellos y se han entendido muy bien. Y luego, con qué rapidez todos quieren volver a recuperar su intimidad y su libertad una vez recuperan la vista… Ya no les interesa el grupo, cada uno quiere volver a su casa y lo deciden sin pensárselo dos veces. Ni se molestan en dar las gracias a la mujer del médico como Dios manda. Me dio pena y me hizo reflexionar. Me sentí tan identificada con esta decisión, porque yo haría lo mismo: sería la primera en correr a mi casa si ya todo se ha solucionado. Para qué convivir con extraños ahora. Me parece una actitud egoísta pero al fin y al cabo la supervivencia nos hace así de interesados.
Finalmente, me gustaría comentar otro aspecto que se ha hablado ya en muchos blogs: es la decisión de Saramago de no poner nombres a los personajes.
«Pronto empezaremos a no saber quiénes somos, ni siquiera se nos ha ocurrido preguntarnos nuestros nombres>>
Cuando llega el primer grupo al manicomio y tienen que identificarse, lo hacen ellos a partir de su trabajo o describiendo el momento en que se quedaron ciegos, y así se los reconoce durante toda la historia: el médico, la mujer del médico. El primer ciego. El niño estrambótico. Etcétera. Es una de las primeras reflexiones que Saramago nos entrega.
Esta es mi reflexión sobre Ensayo sobre la ceguera de Saramago, una obra maestra y un autor merecedor del Nobel. Hasta ahora solo he leído este libro y El hombre duplicado; espero leer el resto muy pronto. Os dejo con un fragmento del libro que me encantó:
«El ciego dijo, Estoy solo, los míos salieron a buscar comida, probablemente debería decir las mías, pero no creo que sea apropiado, hizo una pausa y añadió, Aunque creo que tengo la obligación de saberlo, Qué quiere decir, preguntó la mujer del médico, Las mías de que hablaba son mi mujer y mis dos hijas, Y por qué debería saber si es o no es propio usar el posesivo femenino, Soy escritor, se supone que debemos saber estas cosas. (…) Cómo se llama, Los ciegos no necesitan nombre, yo soy esta voz que tengo, lo demás no es importante, Pero ha escrito libros, y esos libros llevan su nombre, dijo la mujer del médico, Ahora nadie los puede leer, por tanto es como si no existiesen.» (pág. 332)
Lo que más me ha gustado: la reflexión en sí, el miedo como creador de la ceguera y el hombre como su propio enemigo.
Lo que menos me ha gustado: me hubiera gustado leerlo en otra época, quizás diez años atrás precisamente para conseguir un efecto de sorpresa más grande.
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Comparto plenamente tus reflexiones sobre esta maravillosa y brutal novela. Muy actual hoy en día en la sociedad en la que vivimos. Ahora tengo que ver la película. Gracias por tu aporte y saludos desde Argentina.