«For his mastery of the art of narrative, most recently demonstrated in The Old Man and the Sea, and for the influence that he has exerted on contemporary style» (Premio Nobel de Literatura, 1954)
No hay mejor manera de iniciarse a Hemingway que con la novela El viejo y el mar. Más que una reseña, os voy a compartir algunas reflexiones de El viejo y el mar, algunas lecciones de vida que aprendemos a lo largo de las 160 páginas del libro. Un libro de página rápida y de reflexión profunda.
Un máster en escritura
La historia trata sobre un viejo pescador de La Havana y su lucha con un enorme pez en el medio del océano. Es todo un reto no aburrir el lector con una trama que se alarga 160 páginas y no caer en el patetismo. En cambio, Hemingway lo hace con un estilo muy logrado. Mezcla los narradores: ahora es omnipresente y de repente, la frase sigue en primera persona. Añade reflexiones del viejo pescador y diálogos en voz alta con él mismo, un ejercicio el cual encuentro muy interesante siempre y cuando se sepa utilizar, ya que los monólogos pueden carecer de realismo y parecer forzados si no se domina la técnica de la empatía. También usa un estilo descriptivo en su justa medida sin llegar a ser extremadamente detallista ni pesado. Con esta mezcla de recursos, Hemingway consigue que las páginas sean entretenidas y te des cuenta del poder de la escritura: ¿quién es capaz de describir la pesca de un pez en 160 páginas y no adormir el lector?
Paciencia, todo llega
«El viento es nuestro amigo, en todo caso, pensó. Y luego añadió: A veces. Y el vasto mar con nuestros amigos y nuestros enemigos. Y la cama, pensó. La cama es mi amiga. Solo la cama, pensó. La cama será una gran cosa. No es tan mala la derrota, pensó. Nunca pensé que fuese tan fácil. ¿Y qué es lo que te ha vencido, viejo?
– Nada – dijo en voz alta -. Fui demasiado mar adentro. «
Seguimos con otra de las reflexiones importantes que nos ofrece El viejo y el mar: los fracasos existen pero lo que importa es nuestra reacción ante estos. ¿Nos rendimos? ¿Nos enfadamos con nosotros mismos o echamos la culpa a alguien? ¿Los aceptamos?
Santiago lleva 84 días sin pescar nada y aun así, no abandona y decide navegar océano dentro. No voy a desvelar cómo termina la lucha con el famoso pez de la novela pero la reflexión final tiene mucho que ver con saber gestionar la frustración y la paciencia. Personalmente, hoy en día encuentro que es algo que falta mucho: la constancia y la tenacidad, y me incluyo en tal comportamiento.
La mayoría de nosotros estamos acostumbrados a lo inmediato, a resolver nuestros caprichos al momento y nos cansamos rápido de ciertas aficiones y costumbres. Por este motivo, supongo que me impactó tanto el libro, porque envidio la paciencia del pescador después de 85 días. Con lo fácil que sería para él dejarlo todo, volver entre sus periódicos viejos y beber ron todo el día. Venderse su barca para comprar más ron. Aún así, no se rinde a las pequeñas cosas de la vida. Y lo que es clave para desempeñar tal paciencia y constancia: se centra en los objetivos del presente y no se deja distraer con fantasías del pasado ni del futuro.
“Pudiera dejarme ir a la deriva(…) y dormir y echar un lazo al dedo gordo del pié para ver si pican. Pero hoy hace ochenta y cinco días (que no pesco) y tengo que aprovechar el tiempo“.

Menos es más
Simplemente destacar la humildad de Santiago y el valor que da a las pequeñas cosas. En un momento de la novela, el pescador está cansado y solo desea volver a su cama de periódicos a dormir; no fantasea con una casa grande y una cómoda cama. No hay pistas de que tiene familia pero tiene el afecto de su joven ayudante, a quien echa de menos durante su viaje en el océano y con esto le basta.
También su amor por la naturaleza del mar es otra de las reflexiones que El viejo y el mar nos ofrece: él es tan feliz allí que hasta termina sintiendo pena por los peces que pesca, y te das cuenta de que Santiago no necesita nada más que el océano. ¿Y tu? ¿Qué necesitas? Demasiadas cosas, piensas. Y te hace sentir realmente estúpido este pensamiento. Problemas del primer mundo, los llaman.
Respeto hacia uno mismo
Seguramente es la lección que más aprendí de esta corta novela y tiene mucho que ver con la aceptación de una derrota. Como bien he mencionado antes, nuestra actitud frente a una determinada situación es lo que nos define. Santiago cuando está en medio del océano horas y horas intentando pescar el pez, se respeta: duerme cuando tiene que dormir, porque está cansado, ha puesto todo su esfuerzo en el famoso pez pero necesita recuperarse. Sus manos están sangrando y le piden un respiro. No se autoexige más de lo que debería. Esto es una forma de respetarse a uno mismo.
En el caso del final del libro, la lección que aprendemos es de una magnitud más grande: saber gestionar la frustración, no enfadarse con uno mismo si las cosas no han salido como uno quería, no autoculparse. Este respeto hacia uno mismo considero que es un valor primordial que a menudo escasea. Tiene que existir esta forma asertiva en las personas: ni el extremo de autocastigarse ni el extremo de buscar culpables y excusas. La vida es más sencilla cuando te respetas.
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Excelente! de uno de mis héroes literarios, Hemingway, que escribió uno de mis cuentos cortos preferidos: «Gato bajo la lluvia». Saludos y excelente página! Nos leemos, saludos desde Argentina!
[…] eres de los que vas postergando leer los clásicos, es el momento de afrontarlo: El viejo y el mar es una novela de 127 páginas y la obra más conocida de Ernest Hemingway. Narra la historia de un […]