Un cuco es un pájaro peculiar: se trata de una ave okupa, que no construye nidos, sino que se dedica a vivir en la de otras aves aprovechando que los dueños no están. Cuco también es una palabra que nos recuerda a la expresión <<cu cu>> para señalar que alguien no está muy bien de la cabeza. Hoy recuperamos un clásico y os traemos la reseña de Alguien voló sobre el nido del cuco.
Con este misterioso y curioso título se alza no solo un clásico de la literatura sino una de las adaptaciones cinematográficas más alabadas, ganadora de de 5 Oscars incluyendo el Oscar a mejor película y guión.
Hacer una reseña de Alguien voló sobre el nido del cuco en 2019 puede parecer un poco desubicado, aunque nunca es tarde para reflexionar sobre algunos aspectos de la novela: mejor nos dejamos de un análisis literario y nos ponemos a observar qué mensaje nos deja el libro de Ken Kesey.
McMurphy, acusado de robos y una violación a una menor, ingresa en el hospital psquiátrico después de fingir tener una enfermedad mental, ya que un manicomio le parecía mejor alternativa que la prisión. Allí se encuentra con un grupo de enfermos que han olvidado quiénes son, y viven agachados a las normas del centro, controladas por la Gran Enfermera llamada Ratched y sus tres súbditos afroamericanos (la paradoja del esclavo convertido en esclavista). Narrado por el Jefe Indio, Bromden, veremos cómo McMurphy intenta rebelarse contra el sistema autoritario del hospital psiquiátrico.
La libertad vs el sistema
Cuando McMurphy ingresa en el hospital de seguida se da cuenta de la situación: parece que los enfermos han olvidado quiénes son, su identidad. A partir de un régimen autoritario donde la relación de subordinación enfermero-paciente está muy marcada, los enfermos han aprendido a ignorar sus emociones y se han limitado a seguir las órdenes y normas establecidas. Han perdido su personalidad, sus aficiones, su poder de decisión.
Los propios pacientes creen que el hospital se preocupa por ellos mismos y su recuperación, pero McMurphy de seguida se da cuenta de que la intención de los enfermeros es indagar más en su miseria.
El capítulo de “la terapia”, por ejemplo, es el claro detonante, donde McMurphy realmente confirma sus sospechas acerca de las intenciones de la enfermera Ratched y todo el sistema. Una escena muy aplaudida también en su versión cinematográfica.
Cuando uno de los enfermos se altera, la solución es aislarlo todavía más, y hacer que el paciente se sienta un marginado: se lo llevan a la Sala de los Perturbados y quizás también se ganan una terapia de Shock. La privación de libertad de los hospitales psiquiátricos es equiparable a la locura misma.
El destino de McMurphy
McMurphy, pues, cree que la rebeldía es un acto necesario para que sus compañeros recuperen la identidad perdida. Su intención principal es descolocar a la Gran Enfermera e intentará luchar contra su sistema establecido simplemente con el hecho de proponer cosas nuevas y cambiar algunas normas. Por ejemplo, algo tan simple como una votación para cambiar el programa de televisión.
La famosa y terrible excursión de pesca conlleva a planear una noche loca donde el alcohol y dos prostitutas serán los grandes protagonistas. Una actividad donde McMurphy ve la perfecta ocasión para escapar, pero una cantidad desorbitada de alcohol hace que el plan no cumpla sus expectativas.
Una trágica noche que conllevará el posterior suicidio del compañero Billy, quien se colapsa emocionalmente cuando Ratched lo amenaza con chivarse a su madre de que ha dormido con una prostituta. McMurphy tomará toda su ira con la Gran Enfermera y esta, por fin, tiene la excusa perfecta para hacer lo que quiera con el protagonista. McMurphy quedará en estado vegetal: este ha sido su precio por intentarse rebelar contra el sistema del hospital. Bromden, en un acto de buena fe, asfixiará a su compañero para evitar que viva toda su vida en este estado y finalmente, será él quien logre escapar.
El mensaje de Ken Kesey de esta historia es que la libertad tiene un precio, y la de McMurphy ha sido la lobotomía en este sistema autoritario que ha querido desafiar.
¿Enfermos mentales o diferentes?
La otra cuestión que queda en el aire es cuál es el criterio para definir un enfermo mental y, por lo tanto, ingresarlo en el hospital psiquiátrico. En ningún momento se nos presentan a los pacientes y sus enfermedades mentales en cuestión. Son personas diferentes, personas que “molestan” a la sociedad, y la solución más fácil es aislarlos del resto del mundo.
Me gustaría destacar el caso de nuestro narrador, Bromden. Un indio americano cuyo pueblo ha sido destruido por la historia y que ahora lleva años ingresado en el hospital psiquiátrico donde se hace pasar por sordo-mudo. En ningún momento se nos explica el porqué de esta decisión pero parece que es otro mecanismo de defensa contra este sistema autoritario: Bromden es un hombre cuyo físico ya llama suficientemente la atención, y no quiere destacar más, no quiere ser más diferente de lo que lo han hecho sentir al ingresarlo en este hospital, así que opta por integrarse de esta manera y no llamar la atención. Aunque esto suponga perder su identidad. Por suerte, la figura de McMurphy será clave para recuperar parte de esta.
Por lo tanto, la cuestión que se plantea es hasta qué punto los pacientes son enfermos mentales o se trata de personas diferentes, un poco más “locos”, algo más agresivos o simplemente diferentes, como Bromden. Personas que resultan un estorbo para la sociedad y para seguir las órdenes del sistema. Como bien dice Bromden a McMurphy, mi padre era un hombre fuerte, era como tú, y por eso no le dejaban en paz.
Finalmente, las mujeres.
Que la obra de Ken Kesey es un clásico, sí. Que todos estamos encariñados con la película y el papel de Jack Nicholson, también. Sin embargo, no podíamos finalizar esta reseña de Alguien voló sobre el nido del cuco sin hablar de un aspecto de la novela que chirría mucho y que pone en evidencia la misoginia de Ken Kesey, así que es imposible simpatizar del todo con el escritor.
¿Cómo se representan a las mujeres en esta novela? O bien son represoras aniquiladoras o bien son prostitutas. Ken Kesey parece atacar la moral de las mujeres.
En el grupo de hombres blancos son todos muy simpáticos y es precisamente una mujer, la enfermera Ratched, quien encarna el “mal”, quien lucha por oprimir la libertad de estas personas.
El lenguaje sexista del libro es otro tema y es difícil diferenciar la ficción de las intenciones del autor. Por ejemplo, McMurphy es un personaje que, a pesar de ser el héroe que quiere derribar el sistema, es un violador de una menor, y cuando esto se menciona en el libro está tratado con una frivolidad y unas expresiones que asustan. Pero claro, aquí no sabemos si culpar a Ken Kesey o a McMurphy.
Lo que sí es evidente es que el papel de las mujeres en esta historia deja mucho que desear. Leerlo en el año 2019 no es lo mismo que en el año 1963 cuando salió, cuando la conciencia feminista era nula y nadie iba a discutir sobre la moral de las mujeres.
Si te ha gustado la reseña de Alguien voló sobre el nido del cuco, no dudes en suscribirte a nuestro blog. También puedes adquirir el libro a través de este enlace.