Mi primera experiencia con Kenzaburo Oé, el segundo japonés ganador del Nobel de Literatura, fue este corto libro de menos de 200 páginas: hoy os traigo la reseña de Arrancad las semillas, fusilad a los niños, que el autor escribió con 23 años de edad.
Si hay algo que me fascina de la literatura japonesa es su tendencia a reflejar eventos históricos a través de la ficción: normalmente se nos presentan temas cotidianos, familiares y con una ligera preferencia hacia lo dramático y trágico, a las relaciones catastróficas y a la muerte cercana.
En este caso, Oé escoge el desarrollo de la guerra en un perdido pueblo del Japón y crea un grupo de huérfanos adolescentes como sus protagonistas. Sacados del reformatorio, el clan es abandonado en un pueblo, los habitantes del cual huyen a causa de una epidemia. Sin embargo, ellos tienen prohibido moverse de allí por miedo a que contagien la epidemia y en sus intentos son amenazados de muerte. Los huérfanos, pues, son la clase baja de la sociedad japonesa, objetos de insultos, trabajadores de las tareas más sucias y duras y finalmente, víctimas elegidas para sufrir la epidemia.
Las menos de 200 páginas transcurren sin ningún tipo de acción trascendental pero precisamente esto es lo que pienso que quería transmitir Oé: la apatía, la falta de ambición, la inocencia de los adolescentes y su desorientación. Y todo esto se transmite no haciendo nada, sencillamente dejando que los adolescentes sobrevivan en el pueblo fantasma de la única manera que saben y sin intención de resolver nada: jugando, comiendo, durmiendo, hablando entre ellos, protegiendo a los suyos. En la historia también aparece I, un niño coreano que ha emigrado a Japón, y que al principio es víctima del racismo por parte del grupo adolescente pero poco a poco, lo integrarán en su clan como una persona más abandonada en el pueblo de la epidemia. Es la única parte del libro donde se refleja una integración, una eliminación de barreras entre clases sociales y etnias.
El final del libro gana un poco en acción y también en tragedia, ya que la aldea vuelve al pueblo una vez parece que la epidemia ha cedido y el grupo de adolescentes volverá a convertirse en sus víctimas.
Teniendo en cuenta que Oé escribió este libro cuando era muy joven y que como escritor, todavía tenía mucha experiencia para adquirir, a mi me ha faltado intensidad en su intento de reflejar el caos y la desigualdad entre las clases sociales japonesas, en cómo los marginados huérfanos sufrieron por doble: por parte de lo que la guerra ya genera en si y por parte de los habitantes. En mi opinión, Oé quiso centrarse más en el grupo adolescente y transmitir lo planos que eran tales personajes, su actitud gris hacia la vida y su inocencia de percibir la supervivencia como algo no tan serio. Porque al fin y al cabo, el grupo espera a que pase algo: ellos comen y duermen pero no resuelven sus vidas. Quizás es porque los personajes precisamente reflejan demasiado bien su poca ambición y su falta de entendimiento de la vida que me ha faltado intensidad, quizás la manca de emoción viene por aquí y entonces podría afirmar que es un logro del autor.
De todos modos, sigo pensando que el libro es demasiado corto para lo que cuenta. Es un tema muy interesante que trata la guerra desde una perspectiva distinta, un tema al cual le veo mucho potencial: no son los desastres que genera la guerra sino la actitud de una aldea hacia la clase baja japonesa en estos tiempos, cuando uno imagina que en la guerra desaparece el concepto de clases sociales y hay un poco más de humanidad entre las personas.
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