Reseña de DRAGON HEAD de Mochizuki: un manga sin salida recopilado en cinco entregas.
Lograr crear una atmósfera atrapante en el mundo del arte no es cosa fácil, o como diría aquel y de otro modo, es difícil conseguir una atmósfera en el arte que logre verdaderamente envolver al espectador. Entre los mejores logros últimamente lo encontramos en este cómic seinen de diez volúmenes publicados entre 1994 y el 2000 y que acaba de rescatar la editorial Planeta para recopilarlos en cinco entregas (acaba de lanzar la primera) y en formato Kanzenban.
El responsable es el mismo autor de la increíble e imprescindible ‘Mujer de la habitación oscura’. Para esta ocasión se centra en un brutal accidente ferroviario por el que un montón de estudiantes en viaje de fin de curso descarrilan, quedando atrapados y sepultados en una especie de túnel sin salida. Sólo sobreviven tres (‘en teoría’), y las condiciones en las que recobran el conocimiento son pavorosas: en total penumbra, rodeados de cadáveres encharcados en sangre y con la mayoría de sus compañeros de clase y profesores mutilados; todo en un ambiente claustrofóbico terriblemente caluroso.
Lo que aparentemente podría tener la relativa fácil solución de esperar un rescate urgente y la movilización social por un accidente aislado se convierte en un callejón sin salida y una ayuda que no llega bajo la sospecha de algo terrible sucedido en la superficie. El gran punto fuerte por tanto, no es sólo el accidente y el sepultamiento posterior, sino la agobiante situación de no saber qué ha pasado exactamente en el exterior (adivinándose apocalíptico) para que el rescate no acabe de llegar.
Y en esas se encuentra nuestro desconsolado protagonista; además de otro superviviente ya marginado anteriormente en la escuela, que acaba por asumir el terror como suyo y que va perdiendo la cordura exponencialmente; originando un genial duelo en la sombra. Para cerrar el trío, una estudiante aporta el motor de acción, punto de unión, discordia, morbo y terroríficos impulsos.
El cómic se toma sus viñetas para ir sumergiendo progresivamente al espectador en la negrura, en la incertidumbre, en los bajos instintos. Las composiciones de los vagones llenos de cadáveres y asientos por los que corretea la locura desde el fondo (Las idas de cabeza acorralada asustan mucho más que los monstruos fantasiosos. Aquí soma un auténtico Joker ahora tan de moda, pero sin su ‘antisistema comercial’), la sensación de claustrofobia y la pobre iluminación de pura supervivencia, consiguen una atmósfera magnífica. Un ‘Señor de las moscas’ más oscuro, apocalíptico, tenebroso… y disfrutable.
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