Crítica de Irrational Man (2015) de Woody Allen, protagonizada por Joaquin Phoenix y Emma Stone.
Aprovechando que el director publicó su libro autobiográfico recientemente, Apropos of Nothing, me parece una buena fecha para revivir una de sus películas no tan populares: hoy os traigo la crítica de Irrational Man (2015), un film que remueve la conciencia y que tiene como protagonista la moralidad, ejemplificada en un debate filosófico entre Abe (Joaquin Phoenix) y Jill (Emma Stone).
Abe es un profesor de filosofía bastante reconocido en su mundillo, y a pesar de su inteligencia, es depresivo, alcohólico y atraviesa una profunda crisis existencial. Por otro lado, tenemos a Jill, una universitaria que también brilla por su inteligencia y capacidad de reflexión, aunque no se escapa de la ingenuidad de la juventud.
Jill rápidamente se sentirá atraída por el nuevo profesor, con quien puede compartir largas conversaciones filosóficas y debatir sobre temas de moralidad; y Abe se dejará llevar por esta relación, aunque no del todo convencido.
Abe, que no encuentra ningún propósito en su vida, finalmente topará con una “gran oportunidad” que le dará de nuevo una razón para vivir; una oportunidad que tiene que ver con un asesinato y una serie de reflexiones sobre la moralidad. Abe decide jugar a ser Dios y de este modo, entran en conflicto sus ideas y sus actos. ¿Es hacer lo correcto matar a alguien desconocido que perjudica la vida de otra persona?
Mientras Jill vive enamorada de la figura de Abe desde la idealización, Abe vive en su mundo y solo se centra en organizar su plan (im)perfecto de asesinato desde el anonimato. Woody Allen hace un retrato muy acertado del profesor, de esta persona despresiva y disociada de la realidad, y motivado por una única razón que lo ciega de cualquier otra cosa, como por ejemplo de Jill.
A conciencia el director nos presenta una Emma Stone ingenua, muy en línea con los primeros papeles de la actriz, pero aquí también está el plot twist: Jill es inteligente y el espectador la infravalora como lo hace Abe, y así Woody Allen nos da un desenlace a favor de la estudiante.
El argumento es de lo más interesante, como podéis ver. Una reflexión filosófica sobre el mal y el bien, así en general. Sin embargo, el resultado no es ni de lejos igual de bueno que otras obras a las que nos ha acostumbrado el director.
En mi opinión, hacer una película “profunda” – filosóficamente hablando – es arriesgado, porque juegas a que el resultado sea demasiado superficial y banal, o por el contrario, demasiado pedante y al alcance de pocos. En la película de Woody Allen hay un poco de las dos partes, así que es difícil ubicarla y la sensación final es extraña. ¿Ha conseguido el director darme una lección, hacerme reflexionar sobre este tema? ¿O me he quedado indiferente? Todavía no lo sé, pero intuyo que tampoco es positivo sentirse de esta manera.
Por suerte, Joaquin Phoenix interpreta muy bien el papel de Abe, y la transición del tipo depresivo y alcohólico al estado de manía lo clava: desde la forma de hablar hasta sus expresiones corporales. También hay que valorar los pequeños detalles que el director incorpora en el guión, que nos dejan entrever que hay algo que no funciona correctamente en Abe (incluso episodios muy de sociópata).
En resumen para terminar esta reseña de Irrational Man, decir que no es la mejor película de Woody Allen ni por asomo. En comparación a sus anteriores películas de crímenes, le falta complejidad y profundidad pero no le quito la originalidad del argumento. A nivel de moraleja final, la reflexión sobre el bien y el mal queda medio ejecutada. Ya solo por el cartel vale la pena para ver a dos grandes actores trabajar juntos con mucha química. Sin embargo, también es justo decir que ni Phoenix ni Emma Stone nos ofrecen sus mejores interpretaciones. Aportan, pero tampoco brillan.
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