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PAPYRUS de Lucien de Gieter. Nostalgia de otros tiempos.

El tema de la nostalgia es algo que hay que manejar con sumo cuidado. Vendría a ser como jugar a las máquinas esas de pinzas metálicas. Manejas los mandos para intentar coger el peluche que tantos recuerdos te trae, porque de pequeño tenías uno igual, pero, lo más probable es que resbale y suponga toda una decepción, además de un gasto inútil de dinero.

papyrus Lucien de Gieter

Yo descubrí a Papyrus en la mítica revista ochentera ‘Fuera Borda’, que traía una serie de historias cortas con lo más granado de la historieta BD (bandes dessinées) de línea clara franco-belga, importadas a su vez de la revista gala ‘Spirou’. 

La ambientación en el antiguo Egipto, con esa estética tan poderosa cargada de simbolismo, magia, dioses y exotismo, me absorbía completamente (no puedo obviar tampoco que ver a la exuberante Theti-Sheri despertaba en mí cosas que no entendía bien por aquel entonces). Papyrus además contaba con mucho hecho diferencial respecto al resto de sus coetáneos. Aparte de la documentación y ambientación, se trataba de un cómic de aventuras bastante serio. Había, por ejemplo, ‘serias’ heridas que hacían mella en el héroe. Tampoco había giro cómico alguno y, a cambio, regalaba una sucesión de aventuras de ritmo endiablado, a cuál más fascinante

Reencontrarme con este primer volumen recopilatorio recientemente publicado por Dolmen (bendita iniciativa nostálgica de recuperar todos los Fuera Borda. Todavía tengo en vitrina mis ‘Super Agente 327’) no sólo no me ha defraudado, sino que la pinza de la máquina ha sacado el peluche antiguo y de paso me ha agarrado las entrañas. 

papyrus Lucien de Gieter

La edición de esta fantástica primera entrega de tres historias (‘La momia sumergida’, ‘El maestro de las tres puertas’ y ‘El coloso sin rostro’) incluye, además de las preciosas portadas de su tiempo, un recorrido por los orígenes de la idea allá por los 70, a través de la trayectoria profesional del autor (guionista que se animó con posterioridad al dibujo, nadie lo diría). Una joya imprescindible e infravalorada que permite decir, muy a la altura de Tutatis: ‘vaya delicia, por Horus’.

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