Hoy os traigo la crítica de Belle de Jour (1967), un clásico de Luis Buñuel que tenía pendiente y que me ha dejado asombrada. La película está protagonizada por Catherine Deneuve, una de las actrices francesas más importantes del mundo que siempre formará parte de la historia del cine, y está basada en la novela homónima de Joseph Kessel. En este blog también podéis leer la crítica de El Ángel Exterminador del mismo director.
Sinopsis
Sévérine, interpretada por la icónica Catherine Deneuve, es una joven casada con un atractivo y rico cirujano. Como era esperado en las mujeres de la época, Sévérine es la esposa perfecta: hermosa, elegante y refinada. Sin embargo, también es demasiado fría, distante y reprimida a nivel sexual. Como vemos en algunos flashbacks muy breves – Buñuel nos deja pistas, no quiere ser muy explícito- Sévérine sufrió algunos traumas de abusos sexuales cuando era pequeña, y a raíz de estos, es incapaz de compartir cama con su marido Pierre, quien se muestra tolerante con ella.
Sévérine, pero, a menudo tiene fantasías sadomasoquistas como reacción irracional a este trauma infantil. En la película de Buñuel veremos cómo esta conducta sexual desordenada y reprimida en su interior llega a un nuevo límite cuando ingresa como prostituta en un burdel, y así llevará una doble vida.
Crítica de Belle de Jour
La película de Luis Buñuel explora la psicología de Sévérine: el film, pues, es un drama psicológico muy introspectivo que intenta entender el comportamiento irracional de Sévérine a raíz de sus traumas infantiles. Aunque estos, por supuesto, no quedan resueltos, Luis Buñuel hace un ejercicio fenomenal de empatizar con el lado más difícil de una persona -el irracional- a través de esta mezcla de imágenes y situaciones casi surrealistas. Luis Buñuel no tiene miedo de entrar en la capa más profunda del ser, donde se alojan los traumas y los episodios más oscuros, y sacarlos a la luz con su elegancia y estilo habitual.
Por otro lado, Buñuel, artista poco convencional, parece hacer una crítica a la hipocresía de la sociedad de los años 60-70: una época en la que el matrimonio era casi obligatorio, formado por una esposa submisa y relaciones sexuales mínimas discretas, mientras que el marido siempre contaba con “la amante” con quien hacer realidad sus fantasías más intensas. En la película de Buñuel es completamente al revés, y aunque la motivación de Sévérine de meterse en un burdel y tener sueños perversos es completamente distinta a la de los hombres, sí que se trata un poco de darle la vuelta al tema.
Una vez más, Luis Buñuel despliega un imaginario de sueños y símbolos en una gran película sobre el erotismo, los traumas, la psicología y la burguesía. En su tono habitual, una fantástica Catherine Deneuve encarna esta frágil y frígida Sévérine que se deja llevar inconscientemente por los fantasmas de su pasado. Como mujer, he conectado mucho con la protagonista y he sentido su soledad, su incomprensión y su confusión a raíz de estas experiencias oscuras que a menudo vuelven a su cabeza como un breve flash.
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