«For his narrative mastery, which with great sensibility expresses the essence of the Japanese mind» (Nobel Prize, 1968)
Primero de todo, quiero reflexionar sobre un asunto de la literatura japonesa: seguro que muchos de vosotros entendéis que la cultura japonesa es totalmente distinta a la europea, americana o incluso de cualquier otro país asiático. Viven en su propio mundo y viajar a Japón es como visitar otro planeta. Por este motivo, siempre sufro con las traducciones japonesas más que con otras: tengo la sensación que el japonés es un idioma muy peculiar y único, y que se pierde parte de su esencia y fuerza emocional de las palabras en sus traducciones. Me resulta difícil reseñar el estilo de autores japoneses, ya que me baso en sus traducciones y uno pierde cosas en este camino.
Dicho esto, empecemos. Para conocer al autor, escogí dos libros de Kawabata: La casa de las bellas durmientes (1961) y El rumor de la montaña (1954). Curioso y sorprendente como Kawabata abarca dos historias y estilos muy distintos pero se reconocen temas recurrentes en ambas obras.
La casa de las bellas durmientes es el último libro de Kawabata, un relato de casi 130 páginas que trata sobre un pequeño local de Japón donde ancianos pagan por solamente dormir con jóvenes. Un argumento sencillo pero perturbador: bajo los efectos de una extraña droga, las jóvenes sucumben en un profundo sueño que las deja inconscientes de la realidad y los ancianos pasan una noche al lado de una de estas bellas durmientes con el objetivo metafórico de abrazar la juventud perdida.
Por otra parte, El rumor de la montaña es una novela de extensión más larga que nos presenta a la familia del anciano Shingo y su fracaso como cabeza de familia, ya que el éxito parece medirse a través de la felicidad de los matrimonios de sus dos hijos. Desafortunadamente, no se acertó en ninguno de los matrimonios, marcados por infidelidades y malas elecciones, y Shingo vive su vejez incomprendido por sus dos hijos y su mujer.
La casa de las bellas durmiente es uno de estos libros de Kawabata que se presenta sin diálogos y simplemente aparece un protagonista – el anciano que descubre y se obsesiona con el local. Aparecen las diferentes jóvenes inconscientes que dormirán con él y aquí Kawabata tiene el reto de describir a estas mujeres – o mejor dicho, niñas – solamente a partir de sus cuerpos desnudos y sus movimientos corporales.
Por otra parte, El rumor de las montañas es un libro con mucha interacción entre los personajes y nos introduce a muchos miembros de la familia y vecinos de la ciudad. En La casa de las bellas durmientes descubrimos a un Kawabata cansado, casi al final de su vida, que escoge ser más brusco, directo y frívolo con su estilo, políticamente incorrecto, y en El rumor de las montañas su profundidad y sensibilidad es un más evidente. Lo curioso es como de fácil es identificar que son obras del mismo autor, no precisamente por el estilo sino por los temas tratados y recurrentes en su obra: las familias japonesas y sus tradiciones en los años 50, la vejez en oposición a la juventud, el fracaso, el paso del tiempo y por supuesto, la muerte.
Una vez hecho este pequeño resumen de los dos libros de Kawabata, me gustaría destacar tres cosas de la escritura del autor japonés:
Conocer las tradiciones japonesas.
Precisamente, cuando Kawabata recibió el Nobel de Literatura (1968) – que por cierto, premio que aceptó con pocas ganas porque no entendió porque lo recibía ÉL y no su mentor Mishima -, se apeló a su arte para dar a conocer la cultura japonesa. Hablo ahora de mi propia experiencia, pero puedo decir que he viajado bastante por el mundo y Japón es sin duda el país que más me ha llamado la atención por su cultura y tradiciones tan opuestas y únicas en comparación a cualquier otra. La literatura, pues, es una herramienta más para conocer cómo funciona este país: Kawabata nos permite hacerlo y entender el Japón más tradicional.
En El rumor de la montaña este reflejo de la realidad es más detallado: se parte de la base, como ya he mencionado, de la importancia del matrimonio de los hijos y cómo esto determina el éxito o fracaso del padre de familia.
Es una de las cosas que más me apasiona de la literatura japonesa: su poder para desvelarnos los misterios de esta lejana cultura. Es como ver un documental mezclado con un poco de ficción. Os dejo un fragmento para que entendáis la radicalidad de la mente japonesa en cuanto al concepto de familia:
Si Aihara y Fusako hubieran vivido juntos como un matrimonio normal, la mujer no habría muerto. Desde ese punto de vista, hasta era posible considerar a Shingo como un asesino indirecto. (pag. 251)
*Shingo es el cabeza de familia, y se le acusa de asesino de una mujer que aparece en el libro de la cual no conocemos ni el nombre. Asesino porque él eligió el matrimonio de su hija Fusako, el cual ha fracasado, y se desatan una serie de eventos desafortunados.
Reflejos perturbadores del autor.
Cuando lees a Kawabata, no puedes evitar pensar que era un hombre peculiar y un tanto especial. En las dos obras que he leído, puedes encontrar notas, ideas o situaciones concretas que el escritor introduce en sus libros e intenta, de alguna manera colarnos como si fueran propias de la mente japonesa.
Pero el lector no tiene esta sensación: es imposible separar la obra del autor, el nombre de Kawabata y fragmentos sueltos de su vida, de sus pensamientos, que son introducidos en la obra y es fácil reconocerlos. Mientras que otros libros los lees y reconoces al autor por su estilo, a Kawabata lo reconoces por su estilo pero también por sus ideas recurrentes muchas veces fuera de lugar.
Por ejemplo, su obsesión por estrangular cuellos, su descripción detallada de los pechos de las mujeres o su asco violento y descriptivo por los cuerpos viejos. También su trato frío de la muerte, y lo último que quiero es especular con la muerte de alguien, pero es perturbador leer notas sobre suicidios y reflexiones de la muerte propias de Kawabata y después asociarlo con su suicidio: «Deberíamos partir mientras quede alguien que nos ame«
Otra cosa distinta pero donde se nota la presencia del autor es en el favoritismo de ciertos personajes: podemos identificar aquellos personajes por lo que Kawabata siente aprecio, afecto y se siente más cómodo describiendo, como Shingo o Kikuko, y aquellos que no le acaban de gustar del todo y que como consecuencia, el lector detesta también, como Shuichi o Fusako. Es una nueva manera de definir a los personajes que me ha parecido muy interesante: a través de una técnica de favoritismos y no tanto por una descripción física o de sus acciones o decisiones tomadas como personaje. De nuevo, es difícil separar las inquietudes del autor de sus páginas.
Obsesión con el paso del tiempo.
La vejez, el pasado joven, la decadencia y la muerte son los pilares de la obra de Kawabata y a mi, personalmente, me fascinan. En este sentido, soy un poco romántica (en su sentido más literal) y tengo una relación un poco autodestructiva con este tipo de literatura porque como a la mayoría, me aterra y obsesiona lo rápido que pasa el tiempo y me encanta leer sobre ello.
Por este motivo, la literatura francesa también es de mis favoritas, aunque es curioso como las dos culturas tratan el mismo tema de distinta manera: mientras la literatura francesa nos habla de la nostalgia de una manera más romántica y elegante, una nostalgia de color amarillo, la literatura japonesa trata el paso del tiempo de una forma más brusca y violenta, es una nostalgia que condiciona la vejez y su decadencia, de color negro. Que te hace mirar el paso del tiempo con miedo en vez de melancolía. Mientras leía a Kawabata, a veces tenía que cerrar el libro y pararme porque sino estallaba a llorar debido a su trato tan cruel de la vejez: entre diálogo y diálogo, un pensamiento simple de un personaje como «su cuerpo viejo me daba asco«. Y te asusta. Te asusta la vejez, la soledad y la incomunicación de estos personajes porque reflejas tus futuros pensamientos y sensaciones en ellos.
Ahora que he terminado de leer estos dos libros de Kawabata, tengo la sensación de que el autor nunca superó el síndrome de Peter Pan, que lamentó toda su vida el hacerse viejo y que no hizo las paces con la muerte. De nuevo, no quiere especular sobre su muerte y todos los rumores sobre su suicidio poco tienen que ver con este tema, pero uno tiene la sensación de que se despidió de la vida por miedo a crecer más.
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